lunes, 14 de marzo de 2011

I

No se muy bien porqué pero me acerqué a él. Estaba toda mi familia, era mi cumpleaños, pero me daba igual que dijeran esta vez. Había llovido y ya era de noche, las farolas iluminaban el tramo por donde los ancianos paseaban de una lado a otro, siempre el mismo recorrido. Los bancos estaban mojados, la tormenta lo había destrozado todo. Quién diría que aquel día cumplía 15 años. No detuve mis pasos hasta que quedamos frente a frente. Estaba sentado encima de su impermeable. Reemprendí mi camino y sin pensármelo más de dos veces me senté en su regazo y me agarré fuertemente a su pecho. No sé muy bien porqué lo hice, pero ahora me sentía más segura. Toda mi familia se volvió para mirarme. Aquel chico no les gustaba a ninguno pero tampoco se acercaron a separarme de él. Y en ese justo instante no té que me llevaba más hacia él, cada vez más cerca. No sé si fue la presión de cientos de ojos mirándome, el cálido aroma de su cuerpo o la fina lluvia que caía del cielo pero empecé a llorar. Levanté la vista para verle los ojos y vi como si ahora me separaba le perdería otra vez para siempre. Así que mantuve las lágrimas para poder disfrutar los últimos segundos a su lado.

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